La pobreza en el nuevo milenio
El milenio pasado se caracterizó en su final por una propuesta de la que todos hemos oído: Las Naciones Unidas, hace ya treinta y cuatro años propone que los países desarrollados, los países que componen el NORTE rico, dedicaran el 0,7% de su producto nacional bruto, así como un 3% del sector privado. Esta propuesta de las Naciones Unidas se hacía con el objetivo de erradicar la pobreza del mundo en veinticinco años. Yo considero como plausible la meta que se propuso la Asamblea General de las Naciones Unidas y aún pienso que la meta era demasiado distendida en el tiempo.
Veinticinco años para los gobiernos era como un “muy largo me lo fiáis” y han ido dando largas al asunto y sólo cinco países en el mundo rico, Suecia, Luxemburgo, los Países Bajos, Noruega y Dinamarca están cumpliendo estos porcentajes de ayuda que sólo presuponen setenta céntimos por cada cien euros. La solidaridad internacional ha brillado por su ausencia, la distancia entre ricos y pobres se ha aumentado. Hoy hay más ricos muy ricos y una inmensa pléyade de pobres muy pobres… Y los cristianos debemos denunciar estas situaciones y ser solidarios.
Después de treinta y cuatro años de esta propuesta, la situación de pobreza en el mundo es simplemente un escándalo . Más de las tres cuartas partes de la humanidad vive en pobreza en diferentes grados: desde los 800 millones de hambrientos, pasando por los mil millones de personas que intentan sobrevivir en medio de la subalimentación y las penas con un dólar al día, y pasando al resto de la humanidad que no puede cubrir sus necesidades básicas para vivir dignamente, que son todo el resto de la población, con la excepción del 20% de la humanidad que disfruta de todo tipo de bienes y servicios participando de un consumo desmedido de bienes. Consumo que se aumenta sin límites, mientras que la pobreza severa, yo diría la pobreza de muerte, aumenta día tras día. Si toda la gente que posee la mayor riqueza del mundo, cumpliera con los diez mandamientos, esta pobreza se acabaría en un segundo.
En España hemos tenido muchas manifestaciones en torno al 0,7%. Ha habido mucha presión hasta obligar a los partidos políticos a firmar el llamado Pacto de Solidaridad. Los compromisos de ese Pacto, tampoco se han cumplido. Este pacto tenía unos objetivos que ya se deberían haber alcanzado: llegar al 0,7 en el año 2.000. Ya en el 2004, España sólo da para la cooperación al desarrollo el 0,25%. No sabemos si de aquí al 2008 en que en España habrá un gobierno socialista se podrán incrementar estas ayudas. En todo caso mucho nos tememos que los gobiernos centren sus esfuerzos en mejorar la casa propia que en la solidaridad internacional con los pobres del mundo.
Para nuestro nuevo milenio también se han propuesto objetivos claros que esperemos se puedan cumplir. Hay una meta que se fijó en la inauguración del milenio, en el año 2.000, con vistas a los próximos quince años. También la “Declaración del Milenio” se aprobó en la Asamblea General de las Naciones Unidas. Y en estos próximos años hasta el 2015 las metas no tienen la ambición de la eliminación de la pobreza en el mundo, sino sólo su mitad. Se habla tanto de reducir a la mitad el número de los hambrientos, lo cual lo reduciría solamente a cuatrocientos millones de hambrientos en el mundo, de reducir a la mitad el número de personas que sobreviven en el no-ser de los marginados que sólo disponen de un dólar al día, lo cual reduciría su número a algo más de quinientos millones de personas, objetivos para que todos los niños del mundo accedan a la enseñanza, así como eliminar las desigualdades de género en estas áreas educativas, como también detener la plaga del SIDA y eliminar la mortalidad materna e infantil. Por aquí van los objetivos de nuestro principio de milenio.
No tenemos datos para trazar una perspectiva de lo que será nuestro milenio. Ni lo vamos a poder ver. Pero sí podemos ir marcando valores y compromisos para que la humanidad mejore y la eliminación de la pobreza sea una realidad . Las Naciones Unidas afirman que la eliminación de la pobreza es posible, y los cristianos deberíamos asumir el reto que marca esta posibilidad para que el Reino de Dios se pueda ir haciendo cada vez más cercano a todos los hombres… Pero el corazón de los hombres es duro. Existe el pecado y el egoísmo. Hoy, los que poseen la bolsa de los bienes de la tierra, no se diferencian mucho de Judas. Este apóstol ladrón, cuando María derramó un frasco de perfume caro en los pies de Jesús, también habló de que podría habérsele dado a los pobres. Pero la Biblia habla de Judas muy fuertemente, al igual que lo diría de los actuales Judas. Así, hablando de este apóstol ladrón y traidor dice el Evangelio: “Pero dijo esto, no porque cuidara de los pobres, sino porque era ladrón, y teniendo la bolsa, sustraía de lo que se echaba en ella”. Espero que cuando los dueños de las bolsas del mundo hablan de atajar la pobreza, lo hagan con un espíritu distinto al de Judas. Que no hablen de los pobres solamente para justificar sus robos. Que no sean declaraciones que se hacen sin aflojar la cuerda que ata la bolsa. Que haya más honestidad y solidaridad. Que los cristianos denuncien, que clamen, que presionen a los gobiernos para que fluya la justicia. Porque si nos callamos, caemos en el pecado de omisión… y nos hacemos cómplices de su robo.