La importancia de las bienaventuranzas
Relacionadas directamente con la felicidad del ser humano, las bienaventuranzas equivalen al conjunto de declaraciones pronunciadas por Jesús en medio del reconocido sermón del monte, si bien existe una especie de discusión sobre la cifra exacta, lo cierto es que estas frases tienen la particularidad de iniciar siempre con «bienaventurados los…». La iglesia católica suele ubicarlas como el centro de la predicación de Cristo, esto debido a que reúnen la mayor parte de las promesas que se hicieron al pueblo elegido de Abraham.
Así pues, para hablar sobre la importancia de las bienaventuranzas se hace preciso anotar que son aquellas que describen lo más bonito y característico de la vida cristiana, asimismo revelan esperanza y se asocian de manera inmediata al gozo que se desprende de la resurrección.
Bienaventuranzas, espejo del cristiano
Muchas veces la interpretación de las bienaventuranzas a pesar de ser algo aparentemente sencillo puede complicarse un poco debido a que explicarlas exclusivamente desde la razón y la lógica puede conducir a verlas como conceptos rodeados de lo absurdo y hasta de un aire sarcástico, esto debido a que cuando no existe espiritualidad de por medio resulta incoherente considerar decirle al perseguido o al que llora: «oye, que bienaventurado eres».
Desde el plano de la fe, Cristo se encarga de crear a partir de estas condiciones el retrato de una persona santa pues con cada una de ellas hace énfasis en la posibilidad de alcanzar el equilibrio y la plenitud a través de una conducta y pensamientos que revelen humildad, misericordia y sobretodo amor hacia el prójimo.
Las bienaventuranzas son actitudes
Los hijos de Dios deben ser ejemplo y para ello se encuentran señaladas este conjunto de actitudes, características planeadas para la consecución del bienestar y que por lo mismo en la mayoría de las ocasiones son vistas como leyes o pautas de vida. Así pues, para ser próspero espiritualmente es preciso acudir a estas claves y reflexionarlas hasta descubrir y asimilar su profundidad.
Con el ideal de corregir la lujuria, la codicia y sus similares todas estas disposiciones abren la puerta para hacerse acreedor a la eterna bendición divina e incluso para convertirse en aquel eslabón que aporta lo requerido para potenciar estas buenas actitudes entre sus hermanos. Será el capítulo cinco del evangelio de San Mateo el encargado de que tengas a tu alcance esta propuesta sanadora que igualmente exige un trabajo serio y constante pues no es del todo sencillo dejar en el olvido lo que se creía era lo correcto.